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Archive for septiembre 2014

4724425249888644795El Premio Internacional del Vino nació en 2001. En su primera edición, alcanzó la participación de 2.235 vinos de todas las regiones productoras relevantes del mundo. El récord de participación alcanzado en 2011 deja claro el grado de importancia que progresivamente ha adquirido este concurso en Alemania. En esta ocasión se presentaron más de 6.000 vinos.

El objetivo del concurso es fomentar la calidad y promover la comercialización de los vinos presentados a concurso. Asimismo está pensado para ofrecer un foro a productores, viticultores, importadores y consumidores que permita comparar los distintos vinos a fin de facilitar la orientación y la decisión de compra y, también para que llegue a un amplio público.  En un concurso de estas características, la concurrencia de vinos es numerosa, y más que dar una idea exacta de «los mejores», acerca al aficionado al «cosmos» de los vinos del «mundo mundial». Y dentro de ellos, por supuesto, los vinos españoles, de los que un buen número han conseguido las distinciones de Oro, Plata y Bronce. En representación de ellos, he elegido los vinos de Bodegas Inurrieta, de Falces, Navarra, que ha obtenido seis premios para sus vinos. Es la misma bodega la que presenta y comenta sus vinos.

Al pie de esta reseña se publica la URL de la web que publica la relación completa de premiados.

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LOS SEIS VINOS PREMIADOS: 5 Medallas de Oro y 1 de Plata

¡Impresionante! Cinco medallas de Oro y una de Plata en Mundus Vini.

El Gran Premio Internacional del Vino, organizado por la academia alemana MUNDUS VINIGmbH, es un evento internacional que acoge vinos de todo el mundo.
En esta 15ª edición, 160 miembros del jurado, procedentes de 38 países, fueron los encargados de catar los más de 6.000 vinos presentados.
Entre todos estos caldos, premiaron con medallas a seis vinos de Bodega Inurrieta, cinco de oro y una de plata.

-Inurrieta Norte 2011: ORO
-Inurrieta Puro Vicio 2011: ORO
-Altos de Inurrieta 2009: ORO
-Orchídea Cuvée 2012: ORO
-Inurrieta Orchídea 2013: ORO
-Inurrieta Cuatrocientos 2011: PLATA

Inurrieta Norte:
1530503_10152091842937159_831294171_nUnimos nuestros racimos de Cabernet Sauvignon y Merlot como símbolo de la fuerza y del carácter del norte. Una crianza justa y acertada, en madera de calidad de roble francés, ha servido para armonizar y suavizar la impronta de estas variedades.
Un vino en el que encontraremos aromas frutales, lácteos, y siendo carnoso y suave también deja paso a aromas más complejos como el chocolate, la pimienta o el tabaco.

 

Inurrieta Puro Vicio:

botella_vino_Inurrieta_puro_vicioDe un viñedo en fuerte pendiente, donde nuestras vides de Syrah hunden sus raíces en suelos que las hacen supervivientes, de las cepas más complacientes y generosas en matices, nace este vino.

Un vino tinto elaborado 100% con la variedad Syrah y criado 15 meses en barricas nuevas de roble francés y americano.

Se muestra con un admirable color negro profundo, con el ribete vivo, violáceo.

 

Altos de Inurrieta:

botella_vino_altos_de_inurrieraCabernet Sauvignon, Syrah, Graciano y Garnacha. Crianza de 15 meses en barricas de roble francés Allier.

De viñedos situados en pendientes y a 450 – 480 m.; suelos poco profundos y pedregosos. En estas condiciones la concentración de la uva es sensacional, con gran equilibrio y expresión.

La cuidada elaboración otorga al vino un soberbio color, intenso y aromático, donde inicialmente destacan su fragante contenido frutal, el recuerdo de su crianza en roble de calidad y unas seductoras notas minerales. En boca es elegante y carnoso, con unos envolventes y sedosos taninos.

Orchídea Cuvéee

botella_vino_ladera_inurrietaColor con especial intensidad, muy saturado. A la nariz, las notas balsámicas de la uva bien madura son su marca distintiva. En la boca su bien integrada acidez apoya la expresión aromática del vino contribuyendo a un volumen sobresaliente. Los tostados del roble quedan muy disimulados y la fruta y el frescor dominan la boca que se envuelve en suave licor con un final voluminoso, persistente y vivo.

 

 

Inurrieta Orchídea:

botella_vino_inurrieta_orchideaAtrae por su inconfundible amalgama de aromas donde se mezclan las frutas tropicales con las notas cítricas y vegetales. Un Sauvignon Blanc que demuestra atrevimiento.

Destaca su color amarillo verdoso brillante y cristalino. Sus aromas deliciosos y varietales, en una nariz franca y muy compleja -piña, fruta de la pasión, pomelo y boj- se refuerzan en una boca tremendamente untuosa. La crianza sobre lías finas en depósito durante 4 meses ahonda en estas sensaciones de untuosidad y suavidad en boca.

 

Inurrieta Cuatrocientos:

526942_10151846554117159_1817949559_nLa fruta roja y zarzamora fina, dan paso a aromas balsámicos de regaliz, y un largo recuerdo a toffe. «Amigable y robusto, con raíces sumergidas en una tierra de ensueño». A 400 metros de altitud cultivamos los viñedos en los que creamos este vino de altura. En estas condiciones el proceso de maduración de la uva es largo y equilibrado, favoreciendo la acumulación de aromas y sabores.

De color oscuro y nariz elegante en clave dulce y frutal, combina una fina y perfumada impronta de su crianza en barrica. En boca se muestra vivo y equilibrado, carnoso, destacando la excelente calidad de los taninos.

Y para final, recomiendo a los aficionados que me leen una cata de estos vinos, para disfrutar de los diferentes vidueños y de una elaboración cuidadosa y bien realizada.

Pata conocer los premios MUNDUS VINI: https://www.meiningers-weinsuche.com/

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La Universidad japonesa de Yamanashi lanza una titulación en ciencias del vino.

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La Universidad de Yamanashi, región vitícola por excelencia de Japón, estrenará en 2015 una titulación en ciencias del vino pensada para que personas involucradas en la producción de caldos en el país asiático potencien la exportación del producto.

El programa, que será impartido en el Instituto de Enología y Viticultura de dicha universidad, se centrará en la cosecha de uva y en elaboración de caldos y ofrecerá formación como sumiller y en sistemas legales de distintas partes del mundo relacionados con el vino, su exportación o las denominaciones de origen.

Con este diploma, el centro educativo espera formar profesionales del sector para que el producto regional, que ha empezado a ganar prestigio en los últimos años, pueda empezar a competir con fuerza en los mercados globales.

La titulación, que estará subvencionada por el Ministerio de Educación y se impartirá a partir del próximo abril, está dirigida a personas que lleven al menos dos años cultivando vid o elaborando vino en Japón, según detalló hoy el diario Mainichi.

El número de alumnos se limitará a cinco por cada curso académico, que constará de unas 140 horas lectivas y de labores prácticas y tendrá un coste de unos 100.000 yenes (715 euros/ 920 dólares).

La Universidad de Yamanashi (centro del país) está considerando también la posibilidad de llevar a cabo programas de intercambio de corta duración con la Universidad de Adelaida, una prestigiosa institución en lo referente a investigación vitivinícola.

«La calidad de los caldos japoneses definitivamente ha mejorado a lo largo de los últimos años. La clave es como comercializarlo fuera», explicó a Mainichi el profesor de cimología, Fujitoshi Yanagida, a cargo del programa.

«La comida japonesa es cada vez más popular en el extranjero, y, con conocimientos de sumiller, podemos lanzar vinos para maridar con esas especialidades. Queremos formar a gente que compita en el mercado global», añadió.

La prefectura de Yamanashi, al oeste de Tokio, es el mayor productor de uvas de Japón y cuenta con unas 80 bodegas repartidas por los valles que rodean al mítico Monte Fuji.

Su producto por excelencia es la uva de Koshu, de la misma familia que la Chardonnay o la Sauvignon blanc, con la que se elaboran blancos ligeros que en el último lustro han comenzado a obtener premios y a captar la atención de sumilleres de prestigio.

koshu-1La uva Koshu está siendo reconocida, no sólo en el mercado interno de Japón, sino también en varios países. La Koshu es una variedad autóctona de Japón, que fue introducida hace un milenio desde Francia, a través de Asia Central y China. Se trata de una uva a la que se le debe brindar un cuidado especial, ya que pueden sufrir de superhidratación debido a las abundantes lluvias estivales.

Si bien es descripta como una uva que no es suficientemente azucarada ni suficientemente ácida, los vinos que se obtienen de la Koshu son amables, delicados, ligeros y sutiles, tanto como para acompañar a la perfección a comidas orientales. Los vitivinicultores de Japón reconocen en los vinos producidos con uvas Koshu un producto capaz de competir en mercados internacionales por su originalidad extrema.

FUENTE: eleconomista.es 24.9.2014.

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Los vinos blancos de Rueda han alcanzado un elevado nivel de aceptación en el mercado español, hasta el punto dimgres-39e que están en el tercer puesto de ventas en los sectores de Alimentación y HORECA, aunque sus habituales consumidores no conocen bien su origen y elaboración. A pesar de lo cual, la uva Verdejo como principal activo de “los ruedas” comienza a extenderse por otras zonas que nunca la tuvieron, entre ellas la D.O.C. Rioja; y dentro de ella bodegas conocidas compran vinos blancos en Rueda que luego venden junto a sus acreditados vinos tintos… y hasta blancos. No me hago a la idea de que bodegas de otras zonas compren y comercialicen vinos de Rioja, para venderlos junto a los suyos. Y aún se pueden citar grupos bodegueros que se instalan en las comarcas del “rueda”, con instalaciones y edificios de nueva construcción y compran fincas para hacerse con importante viñedo. Podíamos decir que hay intereses firmes de entrar en el «vino más de moda» como sea.

Lamentablemente junto a este “boom”, uno se entera que las grandes cadenas de alimentación pueden comprar vinos de Rueda a precios irrisorios, con apariencias de que hay un “todo vale”, con bajas de calidad, aumento de plantaciones y otras cuestiones que pueden “matar” el hasta hace poco floreciente negocio del vino en la D.O. Rueda.

En un artículo publicado en este blog no hace mucho tiempo, ya apuntaba algunas notas al respecto, entre ellas la actividad de la más importante cooperativa casi la cuarta parte del vino que se elabora en la D.O., que vendía sus marcas y las que le solicitaban con el apunte de “embotellado por…, para…».

Catadores especializados de publicaciones relacionadas con el vino, que degustaron la añada 2013 de Rueda, expresan su sorpresa ante el bajo nivel medio observado. Algunas se plantean si tiene sentido continuar con catas específicas de Rueda como región de calidad destacada o si es preferible seleccionar, dentro de catas más amplias junto a productos de otras denominaciones, solamente los vinos de algunas bodegas que escapan a esa mediocridad general.

El diario “El Mundo” informaba recientemente, dentro de su prestigiada sección elmundovino dedicada a informar con solvencia y conocimiento sobre vinos, que varias bodegas de la D.O. Rueda, se quejaron al Consejo de que en la visita de Luis Gutiérrez (‘The Wine Advocate’ de Robert Parker), para catar los vinos del 2013, solamente hubiese seleccionado docena y media de ellas, lo cual asegura que el próximo informe sobre esta D.O. en esa publicación será inusualmente escueto.

Francisco Hurtado de Amézaga es director técnico de Marqués de Riscal, junto con Emile Peynaud, considerado como el padre de la enología moderna, se inventó hace cuatro decenios los vinos de Rueda modernos al instalarse allí y optar por la uva verdejo, propiciando la recuperación de una región entonces en pleno declive, con una gama de imbebibles vinos.

Con el conocimiento de lo que sucede con los vinos de Rueda, denuncia el «notable deterioro de la calidad media» de los vinos de Rueda y también la actuación del Consejo y de su presidente, Pablo del Villar, para acabar con las voces críticas del comité de cata que certifica que los vinos son aptos para lucir la contraetiqueta de Rueda, así como en el despido de Ramón Bocos, secretario del consejo durante los últimos 21 años, por «indisimulada venganza por denunciar las tropelías cometidas». «Se ha matado al mensajero por cumplir con su deber», subraya la denuncia. Y es que de confirmarse la injerencia en el comité de cata, infringiría la ley, ya que su dictamen es, o debe ser, completamente independiente del órgano de gestión del Consejo.

El escrito de Hurtado de Amézaga, entregado el pasado junio en la Junta, comienza aludiendo a la falta de calidad de los vinos de Rueda actualmente en el mercado. «No se trata de una mera opinión personal o de la empresa a la que represento, sino de una realidad que cada vez está resultando más difícil evitar que aflore a los medios especializados y a los medios de opinión». Añadía el gran enólogo: «Algunos críticos especializados están expresando opiniones sobre la calidad de ciertos vinos de la DO Rueda existentes en los lineales que pueden causar mucho daño a la imagen de la denominación de origen».

Hurtado de Amézaga también afirma en el escrito que determinados catadores «críticos» del comité de cata del consejo (cita el ejemplo de tres) han sido apartados por el elevado número de vinos que ‘emplazan’ (es decir, que no aprueban para su comercialización) por su falta de calidad. «En ningún momento se les ha comunicado a estos tres expertos su exclusión del comité de cata –procedimiento previo y por los motivos tasados en el Manual de Calidad (…)–, lo que arroja sospechas sobre la objetividad e imparcialidad del comité de cata». Añade que, a pesar de que la añada 2013 ha sido una de las más difíciles en la calidad de los vinos de forma unánimemente reconocida, el porcentaje de vinos emplazados por falta de calidad es de tan sólo un 15%, similar al de otros años.

Aún existen más datos sobre las prácticas escandalosas e imprudentes permitidas  desde el Consejo, puestas de manifiesto por Francisco Hurtado de Amézaga, a quien se van uniendo otras voces que prevén el perjuicio que puede estallar de no poner remedio en ello. Pero con lo señalado puede ser suficiente para que el lector sepa cómo van las cosas por la D.O. Rueda, cuyo desarrollo incontrolado le puede acarrear pérdidas de prestigio, con el consiguiente rechazo de los sectores consumidores hacia tales prácticas.

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Después de un 2013 marcado por la escasísima cosecha de uva los productores de Txakoli de Vizcaya esperan volver esta vendimia a cifras similares a las de los años 2011 y 2012. El incremento de hectáreas en producción y el buen tiempo apuntan a un incremento respecto a la vendimia del año pasado hasta alcanzar los 1,8 millones de litros, manteniendo la calidad habitual.

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La vendimia de Bizkaiko Txakolina está a punto de empezar. De hecho algunas pequeñas producciones ya han iniciado las primeras tareas de recolección, aunque el grueso de la vendimia se desarrollará a lo largo de la próxima semana en las 385 hectáreas de viñedos repartidos por el territorio de Vizcaya.

La vendimia 2014 se adelanta así alrededor de tres semanas respecto a la del año pasado debido a las excelentes meteorología del mes de septiembre, que ha sido la continuación de una buena primavera y verano, al contrario de lo que ocurrió hace doce meses.

Los viñedos presentan un excelente aspecto en cuanto a la cantidad de uva, así como a la calidad de los racimos. Las previsiones apuntan por lo tanto a una vuelta a la normalidad de ejercicios anteriores después de un año como 2013, pésimo en cuanto a cantidad recogida.

La entrada en producción de alrededor de 50 nuevas hectáreas de viñedos cultivados colabora también a un previsible incremento de la producción que se situará en torno a 1,8 millones de litros de Txakoli de Bizkaia frente al millón de litros escaso que salió al mercado tras la anterior vendimia.

FUENTE: Diario de Gastronomía – 16.9.2014

 

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Seguro que alguna vez se han hecho ustedes esta pregunta: ¿es correcto llevar a una cena en casa de unos amigos unas botellas de vino? Ya saben, eso tan frecuente, sobre todo hace unos años de ‘veníos a cenar el viernes; ah, vale, yo pongo el vino…’

 

Los mejores vinos para regalar 2

Antes de entrar en correcciones o conveniencias, digamos que quien ofrece el vino demuestra, para empezar, su buena intención, su deseo de participar y sus ganas de agradar. Todo ello, incluyendo las botellas, es muy de agradecer. Pero eso no implica, en absoluto, que ése sea el vino que va a beberse en la cena.

Si usted convida a unos amigos a cenar en su casa, la cena es de su absoluta responsabilidad, hasta el mínimo detalle. Usted será quien planifique el menú, quien vaya a su proveedor favorito a adquirir sus componentes, quien los cocine y, naturalmente, quien se encargue de seleccionar el o los vinos correspondientes. Es, repito, su responsabilidad.

Y el vino es una parte muy importante de la cena. No puede dejarse al azar, ni para el último momento. Debe estar en perfectas condiciones, a la temperatura correcta, decantado y aireado si así lo requiere. Cosas que no se hacen en dos minutos.

Entonces, y con la mejor voluntad, uno de sus invitados se presenta con unas botellas de vino. Se le agradece, y de verdad: ha pensado en la ocasión de la reunión, ha puesto interés en seleccionar un buen vino…

Hasta aquí, bien; pero ese vino se entiende como un regalo, no como algo que hay que consumir obligatoriamente en ese momento. Aquí la pregunta es distinta: ¿Es correcto regalar vino?. Y la respuesta es contundente: por supuesto.

Supongamos, sin embargo, que el invitado sabe lo que va a cocinar su anfitrión. No es el caso de «¿os venís a cenar el sábado?», sino el de «el sábado voy a hacer tal plato para la cena: ¿os apetece venir?». En este caso, sí que es posible acertar. Naturalmente, debe advertirse al aceptar la invitación: «Estupendo. Justo tengo el vino perfecto para ese plato». Y si no lo tiene, va y lo compra.

O sea: el anfitrión debe saber que usted va a llevar el vino adecuado. Bien; pero no es suficiente. Llévelo usted en condiciones de ser abierto al llegar. Es decir, procure que llegue a una temperatura adecuada para el consumo, para lo cual el vino procederá, si así lo requiere, de su frigorífico.

No digo nada de la posible decantación, porque esa operación puede hacerse mientras se toman los aperitivos, y será raro que un vino de los de ahora necesite muy largo tiempo de aireación. Fueron otros tiempos.

En resumen: si va a llevar usted un vino «para cenar», hágalo siempre que juegue sobre seguro. Si no es así, lleve usted un vino «de regalo». Quedará muy bien, y no hay quien no se alegre de recibir unas buenas botellas. Quién sabe, a lo mejor las reserva para otro encuentro posterior.

Hablamos, claro, de casas particulares. Todavía no he visto, en un restaurante, a nadie que proponga dividir la factura en «líquidos» y «sólidos», aunque no veo por qué no podría hacerse.

En España tampoco se lleva ir al restaurante con el vino puesto, aunque hay lugares en los que se permite que el comensal lleve su vino y se le cobra una discreta (o no) cantidad por descorche y servicio. Aquí no es costumbre, como tampoco lo es llevarse a casa la media botella que ha sobrado: no cuajó, pese a que hubo casas que facilitaban unas elegantes bolsas ad hoc.

Por cierto: en una ocasión gloriosa, cuando todos éramos más ricos, en el restaurante de mi amigo Dino Rossi, él y yo nos beneficiamos de la excelentísima media botella ¡de Pétrus! que se había dejado un cliente.

Pero yo creo que lo de llevar el vino al restaurante o llevarse de él el vino pagado y sobrante es algo que pega mal con la idiosincrasia del español, siempre tan preocupado del «qué dirán».

En cuanto al vino en casa de un amigo… ignoro si protocolariamente es de recibo, o está bien visto; pero a mí, con todos los matices expuestos más arriba, me parece tan adecuado y elegante como el clásico ramo de flores y, desde luego, mucho más oportuno que aparecer con un postre.

Dicho todo esto, quede claro que si, a pesar de ignorar usted lo que yo había preparado para cenar, se presenta usted en mi casa con una botella de Romanée-Conti, procederé encantado a cambiar de plan sobre la marcha, congelar lo ya hecho y preparar, en un pispás, unos simples y sabrosos confits de pato que sacaré del «fondo de despensa» que uno debe tener siempre en estado de revista.

Hasta ahí podíamos llegar, hombre: a tal generosidad no es posible contestar con el egoísmo de guardarse esa joya. Quien se la ha regalado entiende de vino; y los grandes vinos están hechos para beberlos con quienes saben disfrutarlos.

FUENTE:   CAIUS APICIUS | 18 DE FEBRERO DE 2013

http://www.vinetur.com/2013021811556/es-correcto-regalar-vino.html

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Por convicción o cara al sol que más calienta, en el escaparate se suceden en el paso del tiempo distintos estilos de vinos.

Más livianos o más pesados, más frutales o más complejos, es evidente que en el mundo del vino también se dan las modas, en ocasiones en un camino de ida y vuelta.

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A quienes se hayan aficionado al vino recientemente, les sorprenderá saber que no hace tanto tiempo la Cabernet Sauvignon absorbía buena parte de las energías enológicas del país. La variedad bordelesa estaba de moda en España y en el mundo. Sus dominios incluían feudos históricos tan prestigiosos como Navarra y Cataluña. Y en Castilla-La Mancha su producción fue adquiriendo un importante crecimiento exponencial al calor de la novedad y de algunos éxitos comerciales. Se hablaba entonces de la capacidad camaleónica de la Cabernet, de la mansedumbre con la que se adaptaba a condiciones climáticas y edafológicas diversas. Los medios especializados discutían sobre el perfil aromático de la variedad, sobre aquellos polémicos aromas de pimiento verde que deja en los vinos cuando no madura bien. Incluso hubo cierta Indulgencia con este defecto.

La fuerza de la moda era tanta, y su ímpetu parecía tan incorregible, que a la variedad se le perdonaba por lo mismo que a otras se las castigaba con dureza. En realidad, la Cabernet Sauvignon fue la punta de lanza de un movimiento que hoy, cuando corren tiempos de reivindicación varietal autóctona, nos parece un tanto ajeno y exagerado. Durante los años ochenta y noventa del siglo pasado y el arranque del XXI, la moda y la modernidad pasaban por ese conjunto de uvas foráneas del que formaron parte la Merlot y la Chardonnay. las minoritarias Petit Verdot, Pinot Noir o Gewürztraminer, y más tarde la omnipresente Syrah. Uvas extranjeras que, tras el correspondiente período de adaptación, los elaboradores percibían como propias. A muchos de ellos les molestaba que fueran consideradas foráneas. Se quejaban por ello. Plenos de entusiasmo, decían que los cabernet españoles eran diferentes a los de otras partes del mundo. Allí donde, por cierto, y bajo la bandera de la moda de tumo, también se estaban plantando las mismas uvas francesas con prodigiosos rendimientos por hectárea. La saturación del mercado y el aburrimiento de estos varietales estaban a la vuelta de la esquina.

Valores cercanos.

La moda y su escenario. el mercado, son, como algunas personas de este mundo, traidores por naturaleza. Celebran hoy lo que niegan mañana. Hacen creer que algo es imprescindible y necesario. cuando ese algo ya tiene fijada su fecha de caducidad. Ahora el lugar de muchos de esos varietales llamados foráneos lo ocupan la Menda, la Bobal, la Prieto Picudo y de manera especial la Garnacha.

Del internacionalismo más desaforado hemos pasado al radical reencuentro con nuestras uvas de siempre. esas que fueron despreciadas y a menudo arrancadas de los viñedos porque se pensaba (al parecer estábamos muy seguros de este craso error) que no servían para hacer calidad. Que carecían de modales para ser paseadas por los mercados internacionales.

Es difícil -a veces, casi imposible- detectar los distintos factores que promueven una moda. Pero lo cierto es que en este momento exhibir el nombre de la variedad Garnacha en una etiqueta cotiza al alza. La sufrida cenicienta de las variedades vive un esplendoroso reinado, impensable hace tan sólo unos pocos años.

Sus virtudes pesan más que sus defectos. Se destaca su aptitud para ofrecer vinos raciales y a la vez alejados de lo común. Sucede en Campo de Borja, en el Somontano, en la Sierra de Gredos. en Navarra o en Rioja, donde ayer se abandonaron y hoy vuelven a recuperarse y a plantarse las cepas de Garnacha. En el Priorato. por ejemplo, la Gamacha se ha convertido, junto con la Cariñena. en el mascarón de proa de la zona. En un vino por tantas razones icónico como L’Ermita. la importancia de esta variedad ha ido tan en aumento que ha acabado por desplazar a la Cabemet Sauvignon. La Gamacha es hoy la única dueña del soberbio tinto de Álvaro Palacios.

Gonzalo Rodríguez, que compagina el gobierno de su propia bodega (Ercavio Más que Vinos, en Toledo) con la dirección enológica de Barón de Ley, llama la atención sobre la responsabilidad que la técnica vitícola y enológica ha tenido en el ascenso de la Garnacha como variedad estrella del momento. “A mí la variedad me ha gustado siempre, explica. y siempre he sospechado que tenía que explotar. Me acuerdo que a finales de los noventa, en 1996 ó 1997, yo asesoraba una bodega en Andosilla, en Navarra, y me enzarzaba en muchas discusiones técnicas porque me parecía un error despreciar a la Garnacha. Luego se ha visto que no era tan oxidativa como se decía. El desconocimiento y la pereza hundieron a muchas variedades maltratadas que ahora la técnica está rescatando. Yo he tenido desde hace tiempo un empeño enológico con la Garnacha. Confiaba sobre todo en las garnachas viejas de Toledo; me gustan esas notas de pólvora y de tierra que dan«. Rodríguez usa la Garnacha tanto para su marca estrella, el tinto La Plazuela, donde la variedad viene protagonizando desde 2001 entre un 20 y un 30 por ciento de la fórmula varietal, como para el maceración carbónica “31 de Noviembre”, que confirma las posibilidades de excelencia de este sistema de elaboración.

Siempre atento a todo lo que ocurre dentro y fuera del país, el director de Ercavio piensa que el profesional de la enología debe tener intuición de mercado. «Antes de que los australianos plantaran Garnacha. afirma, yo sabía que sus tintos tenían esta variedad.

Estaba ahí junto a la Syrah, lo que ocurre es que, como la Syrah brillaba más entonces desde un punto de vista mediático, no se decía. Pero llevaban su gotita de Garnacha. Para mí, también ha sido un secreto a voces que para ensamblajes la Garnacha suele tener un comportamiento excepcional que se explica por su versatilidad y por su carácter generoso».

Blancos, cuestión de estilo.

Moda es sinónimo de negocio pero. a medio plazo. también de saturación. Sobre todo en una actividad como la vinicultura, donde muchos elaboradores se guían por la brújula del gusto masificado. Se dan prisa para producir los vinos que se llevan, que apasionan en Europa o Estados Unidos, los vinos que bebe una famosa o que algún crítico ha puesto de relieve por qué no en Singapur. Por supuesto. la mayoría de estos elaboradores casi siempre llegan tarde. Porque moda es también sinónimo de movimiento. Cuando esas bodegas yesos elaboradores tienen por fin definido su producto de último grito y se frotan las manos con la ilusión de los beneficios inmediatos, resulta que ha cambiado el viento del gusto. que el grito ya es otro. Resulta que los mercados demandan otra variedad, quieren otro estilo de blancos o de tintos, prefieren otro método de elaborar más o menos intervencionista.

Hace algunos años. los dueños de las bodegas poco menos que pedían perdón si en sus instalaciones quedaban algunos viejos depósitos de cemento. El reluciente inoxidable imponía su férreo y bienvenido dominio. Hoy esos depósitos, convenientemente recubiertos con resina epoxy, vuelven a ocupar espacio en bodegas como las del Priorato afanadas en trabajar la Cariñena, una variedad a la que como nos explica Sara Pérez. «le viene bien esa ciase de depósito, porque gracias a su uso se limita la tendencia de la Cariñena a reducirse, a cerrarse«. El ir y venir de las modas y los cambios de tendencia no dejan de producir paradojas. El capítulo de los vinos blancos españoles nos ofrece alguna que otra. Su excelente desarrollo. que por fortuna parece deberse más a un gusto asentado que a una moda, prendió por la ambición de un puñado de elaboraciones que desmontaron el tópico de los blancos españoles fresquitos, anodinos e intrascendentes. Contra ellos nació una hornada de blancos poderosos, complejos y estructurados, ya procedieran de Navarra, de Rueda o de las Rías Baixas. Blancos con peso, con solidez. Fueron los años en los que la madera nueva funcionaba como una especie de talismán del éxito. yesos blancos novedosos y arriesgados no constituyeron una excepción al gusto por el roble. Se elaboraban por el método borgoñón de la fermentación en barrica, un sistema que requiere rigor enológico y músculo inversor, y que, lógicamente, conllevaba cierto aumento en el precio final del vino.

Aun así, el modelo se prodigó hasta el aburrimiento. ¿Cuántos chardonnays fermentados en barrica estuvieron dispuestos a comerse el mercado de los blancos internacionales? ¿Cuántos lo han logrado? En realidad muy pocos. Entre otras razones porque hoy ninguna moda los arropa y lo que ha regresado es un estilo de blanco más ligero y menos cargante. que permite beber varias copas sin provocar esa sensación pastosa que tienen muchos fermentados en barrica. De hecho. los vinicultores que continúan apostando por este prestigioso método de elaboración también huyen de la rotundidad y de la pesadez. y apuestan por bocas más livianas. Para ello algunos fermentan sólo una parte del vino en barrica y el resto en inoxidable.

Sin la complejidad de esos fermentados en barrica y sin las enormes posibilidades de elaboración que abrieron, es difícil que nuestros blancos hubieran alcanzado la gran altura que los distingue.

La reacción contra la madera ha devuelto a la pasarela el valor de la frescura, tanto para tintos como para blancos. En las etiquetas de los blancos españoles se lee menos la leyenda de ‘fermentado en barrica’ y en cambio crecen las referencias a que el vino se ha elaborado en depósito de acero inoxidable y ‘en contacto con las lías.

Es lo que se lleva esta temporada, por decirlo con el lenguaje de la moda. Blancos basados en el frescor, bien dotados de acidez. pero con esa agradable untuosidad que aportan las lías cuando de verdad son finas y se manejan con mimo. Variedades como la Albariño, la Treixadura y la Godello se están beneficiando de este sistema de elaboración que, como cabía esperar, están siguiendo muchos vinicultores gallegos. Sería estupendo que entre todos se pusieran de acuerdo para convertir los blancos sobre lías en una opción de calidad permanente. Para evitar que sean la flor de un día.

Oportunismo, fidelidad y grandes vinos.

En el año 2004. una buena película titulada Sideways (Entre copas), del director Alexander Payne, provocó cierto ascenso comercial de los tintos elaborados con Pinot Noir en Estados Unidos. La pasión del protagonista por esta variedad de la Borgoña caló tanto en el alma consumidora del espectador que pronto las tiendas y los restaurantes se llenaron de tintos dispuestos a calmar la demanda. Salieron plnot noirs hasta de debajo de las piedras, lo que no deja de resultar sorprendente si se tienen en cuenta las conocidas dificultades para cultivar esta uva fuera del clima tan especial de la Borgoña. Pero muchos elaboradores de muchas partes del mundo vinícola, incluida la misma Borgoña. No dejaron pasar la oportunidad de hacer negocio, aunque fuera con pinots sin identidad, carentes de rasgos varietales y más diluidos que otra cosa.

Para una bodega que lleva casi treinta años (se dice pronto) elaborando Plnot Noir en la provincia de Valladolid, Alta Pavina, el revuelo formado por Entre copas no dejó de contemplarse con simpatía. “Qué duda cabe que nos favoreció”, asegura su actual propietario, Hugo Ortega. “Como es lógico, tratamos de aprovechar la ocasión para mejorar la posición de nuestros vinos. Desarrollamos ciertas estrategias comerciales y de marketing ligadas a la película. Incluso llegamos a hablar con la Fox para idear algún tipo de promoción conjunta. La película nos dio un importante empujón en el mercado internacional. Luego hemos sabido mantenemos y crecer. Lo nuestro no tenía nada que ver con el oportunismo de la moda. Estamos enamorados de la Borgoña desde hace mucho tiempo. Trabajamos con una Pinot Noir que se ha mlmetizado con el entorno, que se cultiva en la provincia de Valladolid pero a 900 metros de altitud y que mimamos para hacerde ella vinos exóticos y diferentes. La moda puede irse. Pero el gran vino, si de verdad lo es, se queda”.

Las modas o, mejor dicho, los abusos y la masificación que provocan, se definen por su capacidad para triturar a medio y largo plazo cualquier etiqueta de calidad. Casi nada está libre de sufrir uno de esos ataques de novedad que por lo general acaban en la degeneración de un determinado modelo de producto. Un ejército de oportunistas aguarda siempre su momento para arrimarse al sol que más calienta. A sol del pelotazo rápido y mañana dios dirá. Si no tienen uva, la compran, la inventan. Si no eran ecológicos, se hacen de repente. El vino se juega entre oportunistas y corredores de fondo. Los primeros husmean el aire de las modas. procuran regirse por ellas, las convierten en el timón de su destino. Los segundos confían en que antes o después el consumidor reconozca la fidelidad a una idea. a un viñedo, a un paisaje y a un modo de trabajar. Saben que el verdadero beneficio para una bodega aguarda tras un camino de larga coherencia. y no en la renta fácil de un gusto efímero.

Blancos, tintos… y verdes.

Desde hace unos años y bajo distintos nombres, observamos un desarrollo creciente de los vinos elaborados con criterios ecológicos. El peso de lo saludable y la sensibilidad medioambiental han contribuido, entre otros motivos, a que esta clase de vinos aumente su presencia mediática (a menudo polémica, pero ésta es otra historia) y, sobre todo, su expansión comercial. Al jolgorio de estas ventas. Algunos elaboradores no han dudado en sumarse a la tendencia provocando la alarma entre quienes llevan mucho tiempo comprometidos con la ecología y piensan que este compromiso no impide hacer vinos de calidad. Más bien al contrario. ·La viticultura ecológica, siempre que se trabaje con profesionalidad, es una garantía cualitativa, y una vía para producir vinos alejados del convencionalismo·, afirma Raúl Lezaun, enólogo de una bodega navarra que comenzó con la producción de este tipo de vinos en 1996. Lezaun forma parte de ese cogollo de casas elaboradoras que suelen competir por los primeros puestos en los concursos de vinos ecológicos. Uno de los nombres fijos del medallero. En estas competiciones, el número de bodegas participantes ha ido creciendo en los últimos años.

No tanto la calidad, que parece preocupar sólo a unos pocos. “EI peligro que corre el sello ecológico en este momento, razona Raúl Lezaun, puede venir de esas empresas que se suben al carro de la oportunidad sin estar verdaderamente convencidas de lo que hacen. La moda puede terminar en un descrédito. Por ponerte un ejemplo. ahora la normativa de los vinos ecológicos es menos estricta que hace unos años. Esto interesa a los grandes grupos que han empezado a producir estos vinos y prefieren hacerlo bajo una reglamentación más sencilla. Más flexible”.

Para evitar los riesgos de este descrédito muchos vinicultores huyen de la tendencia. O mejor dicho: eligen no exhibirla, no utilizarla como trampolín. Trabajan hace tiempo con criterios de agricultura ecológica pero no usan este reclamo para ganar consumidores. Les interesa la calidad sin más adornos. Se agarran a una ley básica cuya vigencia es todo un aliciente para aquellos que quieren seguir su camino al margen de los gustos de quita y pon. Los grandes vinos no pasan de moda. Se hagan como se hagan y usen las variedades que usen. Han asistido al entierro de muchas modas como para ponerse nerviosos por el nacimiento de una nueva.

FUENTE:   JUAN MANUEL RUIZ CASADO –     PlanetaVino 54. Abril-mayo 2014

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VDP: Vinos alemanes

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Confieso gustoso mi debilidad por los grandes vinos alemanes. La originalidad y exclusividad que dan sus mejores terruños, las combinaciones imposibles de gran finura y deliciosa acidez, los finales interminables de algunos de ellos y, sobre todo, su carácter inimitable, me seducen como pocos vinos pueden hacer.

Allá donde el clima es más duro con la viña, donde la orografía de laderas que desafían la gravedad y exigen viñadores sin vértigo (no son pocos los que se han despeñado con la uvas en la mano), donde la uva da lo mejor de sí al que espera un tiempo absurdo (las vendimias del 1 de enero son famosas)… no puede dar más que algo glorioso, la más humana de las bebidas, cuando el término humano se usa en su acepción más positiva.

riesling-lese-moselEl terruño adquiere toda su significación en Alemania. Es cuestión de centímetros que una viña esté en un viñedo de altísima calidad o en uno mediocre. Basta perder un poquito de exposición al sol, ganar alguna pulgada de profundidad en el suelo o perder tres grados de inclinación de la ladera para ello. En su mentalidad sistemática, los mejores productores alemanes lucharon durante muchos años para que los estamentos públicos reconocieran oficialmente esos viñedos tan particulares. La misma lucha en la que tantos españoles se encuentran ahora.

Y, sin embargo, se encontraron con legisladores que decidieron en su ley de 1971 que la calidad dependía del contenido en azúcar de las uvas, no del sitio donde la viña vive. Algo diferente pero muy parecido en el fondo a la mentalidad del legislador español que crea denominaciones de origen enormes y obliga a que todo lo que se produce en esos espacios sea llamado vino de calidad.

La falta de respuesta de los gobiernos no bloqueó a los mejores viñadores alemanes, sino que se tradujo en la toma de iniciativa por parte de los propios productores, a través de una asociación privada, la Verband Deutscher Qualitäts und Pradikatsweingüter, VDP. Bonito ejemplo alemán, cuando el gobierno no responde, la sociedad civil se organiza.

La VDP, creada en 1910, nació con el objetivo de agrupar a los productores de calidad. Viendo las consecuencias de la ley de 1971, se volcaron en garantizar la calidad asociada al terruño, contrarrestando la asociación oficial entre azúcar residual y calidad. En 1984 se pusieron a trabajar en ello, asumiendo desde el principio que se enfrentarían a discusiones dificilísimas entre ellos, pero que merecía la pena. En 2001 resolvieron una clasificación de sitios en cuatro categorías, en el tope los VDP Grosse Lage, luego VDP Erste Lage y así, y con un nombre para los vinos secos producidos en Grosse Lage que es en mi opinión lo mejor que se ha inventado como etiqueta de calidad, el VDP Grosses Gewachs. No en todos los países se encuentran sociedades de productores que saben encontrar el bien común por encima del interés individual, pero a aquellos que lo consiguen les va muy bien.

Muchos productores alemanes sueñan con convertirse en miembros de la VDP pero no cumplen con las numerosas condiciones bastante objetivas y muy centradas sobre la calidad que la asociación exige para aceptar nuevos miembros (tener los viñedos y bodegas en propiedad, rendimientos reducidos, plantar variedades tradicionales, viticultura sostenible, vendimia a mano, etc.). De todas formas, hay unos 250 productores, que se encuentran en todas las regiones vinícolas alemanas, desde la fría Saale-Unstrut hasta Baden. El respeto a la diversidad estilística es otro activo de la VDP.

Cada año me pego el gusto de participar en la presentación de la última añada de los Grosses Gewachs (GG), en Wiesbaden. Hay unos 400 vinos, muchos de ellos gloriosos, que por la propia masa de la VDP atraen periodistas de todo el mundo, es un acontecimiento. Son dos días intensos, pero imprescindibles. Otro día, o en el sitio web, les doy mis notas de cata, pero en este espacio pequeñito que tengo, prefiero cerrar insistiendo en algo que considero esencial para que ganemos prestigio en el mundo: ¿Cuándo podré ver que en España se organiza algo comparable? ¿Cuándo comprenderemos que es barato y muy eficiente juntar los mejores productores españoles una vez al año y presentar los vinos que se distribuyen ese año? ¿Cuándo entenderemos que los prescriptores y compradores tienen sus agendas muy apretadas, y que necesitan el esfuerzo de los productores españoles para agrupar presentaciones y facilitarles la agenda, en un contexto diferente y complementario a las ferias? Sea por asociación privada, sea con apoyo de las DO, pienso que necesitamos hacerlo. El Véneto, Toscana, Borgoña, Burdeos, Champán. Alemania. Napa y Australia lo hacen, y les va estupendo, porque repiten. ¿Y nosotros? •

FUENTE: EL CATALEJO. PEDRO BALLESTEROS. MW

planetAVino. nº. 54. Abril-Mayo 2014.

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ALTOS DE INURRIETA, ELEGIDO MEJOR VINO TINTO RESERVA.
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Altos de Inurrieta, de Bodegas Inurrieta, de Falces, Navarra,  ha resultado premiado como el mejor vino, de los vinos presentados, en la categoría: Vino Tinto Reserva, en el “XXIII Concurso de Calidad de Vinos de Navarra” que organiza cada año la Cofradía del Vino de Navarra.
 COSECHA 2014 EN BODEGAS INURRIETA
Llevamos más de una semana de vendimia…y todavía nos queda mucho de algunas variedades. Iremos ilustrando con fotografías del proceso.
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VIÑEDOS Y BODEGA
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ENTRADA DE LA UVA BLANCA EN LA BODEGA

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Nada de isotónicas, bebidas azucaradas, ni carbónicas. Solo un trago estimulante y energético de vino y ¡a correr!

Miles de participantes, con disfraces más o menos extravagantes, participan en el Maratón de Medoc, Francia, durante el cual pueden detenerse de vez en cuando a saborear un delicioso vino.

En la línea de salida, en una atmósfera carnavalesca, los gladiadores romanos dialogan con los reyes, los reyes con los marcianos, los marcianos con los faraones, y éstos con un enjambre de abejas…

A las 9:30 de la mañana suena el pistoletazo de salida para los miles de participantes de este maratón que no se parece a ningún otro en el planeta, una en la que no tiene ninguna importancia marcar un buen tiempo.

Bajo el lema «Vino, deporte, diversión y salud» los protagonistas, con disfraces más o menos extravagantes, avanzan disfrutando de un decorado de ensueño en la zona de Gironde, al norte de Burdeos, célebre internacionalmente por sus exquisitos vinos tintos.

El Maratón del Medoc celebra este año su cumpleaños número 30. Asisten a la fiesta corredores de más de 60 países.

Sin duda es el maratón más lento, largo  y divertido del mundo. A lo largo del recorrido los participantes pueden saborear los famosos vinos de Burdeos rodeados de bellísimos viñedos en un ambiente increíblemente festivo.

El circuito seduce sobremanera. Cada dos kilómetros hay un castillo vinícola, el llamado Chateau, que produce el mejor tinto galo. La parada es obligatoria. Las pausas sirven para catar una de las bebidas más prestigiosas del mundo.

«Aguantamos muy bien la bebida, todos la queremos saborear y disfrutar al máximo», dice uno de los participantes.

El maratón ofrece también exquisitos platos regionales, conciertos de música y espectáculos de baile.

Después de correr 42 kilómetros los protagonistas, todos sonrientes, aún tienen ganas de divertirse.

El ridículo y la vergüenza no existen ahí. Reinan el buen humor y la alegría. La fiesta seguirá hasta el amanecer.

Algunos de nuestros compañeros de catas han participado nuevamente en este maratón, y esperamos publicar algun as de las fotos de su presencia en el mismo. Fuera de la prueba deportiva, no hay fotos. No quieren que ser vean «colgadas» en Internet.

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Nacido con la excelente cosecha del 64, Pedro Aibar es originario de Campo de Borja, donde su familia es en la actualidad propietaria de la bodega Pagos del Moncayo. Nada más finalizar su posgrado de Viticultura y Enología en Madrid, comenzó a trabajar en la Cooperativa de Barbastro (lo que más tarde acabaría siendo Bodegas Pirineos) y de ahí saltó enseguida a Viñas del Vero, la firma que habría de impulsar la Denominación de Origen Somontano. Su papel fue determinante en la evolución y desarrollo de esta bodega y en la definición y posterior ampliación de su gama de vinos. Entre 1986 y 2009 sumó más de veinte vendimias en la región aragonesa que más claramente se ha identificado con las variedades foráneas, aunque también propulsó el proyecto Secastilla recuperando viejas garnachas de montaña y la bodega boutique Blecua.

El Coto llamó a su puerta poco después de la adquisición de Viñas del Vero por parte de González Byass. “Para todo profesional del vino español, ir a Rioja es como jugar en Primera División y te permite, en cierto modo, competir en la Liga de Campeones”, confiesa Pedro Aibar. Sin embargo, el elemento decisorio, recuerda, “fue descubrir lo que había detrás de El Coto: un gran mundo y una gran inversión y, en especial, el proyecto de viticultura que me transportó al espíritu emprendedor de los primeros años en Somontano”.

Lo primero que uno espera de un encuentro en El Coto es abordar cifras millonarias en todos los niveles: producción, ventas, capacidad, número de barricas… pero Pedro Aibar prefiere empezar recalcando que el Grupo Barón de Ley, en el que se integra El Coto, cuenta con más de 1.400 hectáreas de terreno en propiedad en Rioja, 700 de ellas de viñedo, lo que le convierte en el mayor viticultor de la denominación.

Las uvas se reparten entre las bodegas Barón de Ley, ubicada en Mendavia (en la parte navarra de la denominación) y El Coto de Rioja, situada en el municipio de Oyón, a escasos kilómetros de Logroño, pero dentro ya de territorio alavés. El conglomerado incluye también la bodega Finca Museum en Cigales (propietaria de 200 ha más en esta denominación castellano leonesa), la firma de vinos de mesa y de la tierra Máximo, el proyecto de embutidos ibéricos en Extremadura Dehesa Barón de Ley y una última sociedad de especial valor estratégico, Viñedos Barón de Ley, creada en 2004 para gestionar los activos vitícolas del grupo. Todos los vinos especiales y de mayor valor añadido de las dos bodegas riojanas proceden de viñas propias que generan algo más de cuatro millones de kilos de uva al año.

 Sin embargo, el encaje de bolillos en El Coto puede ser mucho más complicado: “Necesito entre 4.000 y 6.000 ha de viñedo para una sola vendimia”, señala Pedro Aibar sin pestañear.

Viticultores además de bodegueros

Director general de El Coto de Rioja, Aibar es también director de Viñedos Barón de Ley, la firma que gestiona las fincas propias del grupo. Embutido en este último papel en el que parece sentirse realmente cómodo y al volante de un todoterreno pick up, enfila hacia las dos últimas grandes plantaciones acometidas por la compañía en Rioja y que se suman a sus grandes propiedades en Mendavia (Navarra), Cenicero y algunas pequeñas parcelas repartidas en distintos puntos de Rioja Alavesa.

La primera, Los Almendros, está ubicada en el municipio de Ausejo (Rioja Baja). Hay algo más de 250 ha en producción, casi todo garnacha y tempranillo, pero también algunas extensiones realmente importantes de variedades minoritarias como graciano (32 ha) o maturana (23 de las casi 60 ha que existen en toda la denominación). Cada parcela se cultiva y se vendimia siguiendo las especificaciones de los equipos técnicos y en función de los vinos de destino, lo que deja espacio para distintas filosofías de rendimientos y opciones de vendimia mecánica o manual. Muchos de los nuevos monovarietales de Barón de Ley proceden de esta propiedad, mientras que el repensado Coto Mayor se ha convertido desde la cosecha 2010 en un vino de finca que se abastece exclusivamente de tempranillos, de Los Almendros. La gran extensión y las variaciones de altitud (hasta los 450 metros) dibujan un paisaje con una meseta en su parte más alta, una zona de terrazas destinada a la garnacha y laderas con distintas exposiciones que han permitido incluso realizar una plantación de sauvignon blanc orientada al Norte.

Las uvas blancas foráneas recientemente autorizadas en Rioja no han sido precisamente populares entre la crítica ni han captado el interés de los elaboradores de referencia de blancos en la región. Pero la firma está apostando por ellas para revitalizar y dar un toque distintivo a su Coto Blanco que, con sus aproximadamente dos millones y medio de botellas, supone el 20% de todo el vino blanco elaborado en la denominación (según datos Nielsen que aporta la bodega). Es evidente que, con estos volúmenes, los nuevos ingredientes se diluirán en un mar de viura, pero no tanto como para no marcar algunas diferencias estratégicas (es lo que se espera) en la competitiva arena del lineal blanco de entre tres y cuatro euros la botella.

En realidad, la gran esperanza blanca de El Coto se llama Finca Carbonera, una propiedad situada en una latitud más meridional, pero a mayor altitud. Se accede a ella ascendiendo montaña arriba desde Tudelilla hasta alcanzar los 850 metros. Situada ya dentro del municipio de Bergasa, las plantaciones son muy recientes y todavía no se han podido realizar vinificaciones. Pero hay mucho interés en sacar el máximo partido a las chardonnay, sauvignon blanc y verdejo que se han plantado en esta cara norte de la Sierra de la Hez (Sistema Ibérico). La finca se descubrió gracias a un viñedo de tinto de marcada personalidad atlántica y que hoy se puede probar por separado en el Tempranillo de montaña de Barón de Ley. Respecto al potencial blanco, “el objetivo de aquí a 15 años es consolidarnos en el mercado dentro de la categoría de rioja blanco a un precio sostenido y con unas características de producto satisfactorio”, reflexiona Pedro Aibar.

Gestionando grandes volúmenes de vino

Realmente, el trabajo duro en una bodega como El Coto se centra en los vinos de los que se producen un mayor número de cajas. Y desde ese punto de vista el Crianza, que representa el 10% de todas las ventas de su categoría en Rioja y se mueve en el entorno de los 13 millones de botellas, es el rey.

El tinto que beben con frecuencia en casa y con sus amigos muchos consumidores españoles necesita una máquina perfectamente engrasada detrás. En las extensas instalaciones de la firma en Oyón, que incluyen dos grandes bodegas de elaboración, se procesan en torno a diez millones de kilos de uva. Pero la casa necesita de otro tanto para abastecer a su mercado. Esos otros 10 millones de kilos se vinifican en distintas cooperativas estratégicamente emplazadas en distintos puntos de la denominación: Oyón, Yécora, Cripán, Huércanos, Navarrete, Ausejo, Najerilla o San Asensio. “Lo más importante –se apresura a puntualizar Aibar– es que El Coto sólo compra uvas, no compramos vino”.

El Coto es un lugar ideal para probar (puertas adentro) distintos vinos de pueblo, como tuve la oportunidad de hacer con varias muestras de la cosecha 2013.

En vendimia, el equipo técnico de cuatro personas encabezado por César Fernández se refuerza con seis enólogos más para hacer el seguimiento tanto de los viñedos propios como de los que están en manos de proveedores. El protocolo establece que las parcelas de mayor producción de uva tinta se destinan al rosado, los mejores viñedos al Reserva y al Gran Reserva y el cuerpo central (que es la gran mayoría) al Crianza.

En la práctica, El Coto Crianza (que es un 100% tempranillo como la mayoría de tintos de la bodega) se articula en torno a una base de uvas de Rioja Alavesa (procedente en una parte importante de los municipios de Cripán, Oyón, Yécora y El Villar), en torno al 35% de Rioja Alta y un 15% de Rioja Baja. Paradójicamente, y pese a que toda esta diversidad acabe uniéndose para dar lugar a un único vino, El Coto es un lugar ideal para probar (puertas adentro) distintos vinos de pueblo, como tuve la oportunidad de hacer con varias muestras de la cosecha 2013. Viendo las diferencias evidentes entre unas y otras y la gran diversidad de personalidades que caben en una única región se plantea una pregunta inevitable: ¿Apoyaría este gran peso pesado de Rioja una zonificación por municipios en la denominación? “Como concepto es muy probable que sí,” –responde Aibar–, “aunque esto es algo que sirve específicamente a bodegas de nicho y no a grandes firmas como la nuestra”.

 De hecho, la tarea de homogeneización es especialmente importante en el trabajo con el Crianza. Existe una nave diseñada ex profeso al efecto y dotada de grandes depósitos de acero inoxidable de 550.000 litros. Esto permite trabajar con lotes de 1.650.000 litros, tanto previamente al paso de los vinos a barrica como inmediatamente antes del embotellado.

Directamente del viñedo

Las novedades más destacables, sin embargo, tienen que ver con la apuesta de la compañía por la plantación y desarrollo de viñedos propios. Coto Mayor Crianza es una marca concebida para hostelería, elaborada a partir de la extensa plantación de tempranillo de Los Almendros y, por tanto, puede considerarse perfectamente un vino de finca. En enero saldrá al mercado Coto de Imaz Reserva Selección de Viñedos, uno de los tintos que se reveló más expresivo en nuestra cata. Procede de parcelas propias situadas en Oyón, Yécora y El Villar de Álava y se estrena con la excelente cosecha 2010 que ayudará sin duda a enfatizar el hasta ahora prácticamente desconocido trabajo de viñedo en El Coto.

 La cosecha 2010, que también es, por supuesto, el año de la llegada de Pedro Aibar a la firma, trae otro cambio importante en el tinto de gama alta Coto Real. Deja de ser una selección de bodega para convertirse en un vino de un único viñedo, en concreto de la parcela Cuartos Viejos, de 60 años y característicos suelos de grava situada en el municipio de Cenicero.

Aibar tiene claro que tras la biotecnología, la única forma de avanzar pasa por el viñedo. Aunque no le gusta demasiado hablar de estos vinos especiales y vuelve una y otra vez a la gran estrella de la bodega, El Coto Crianza. “Al mercado le cuesta entender lo que es un crianza; de hecho, entiende mejor el reserva. Pero como líderes de la categoría debemos trabajar para que esta siga siendo un marchamo de calidad”. E insiste en que se siente enormemente orgulloso de conseguir que la gente normal pueda beber un buen vino.

 FUENTE: SOBREMESA.     Autora: Amaya Cervera   1 de septiembre de 2014
Foto: Vinowine.

 

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