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Archive for octubre 2017

Gongorismo culinario

Hay cocinas sencillas y graciosas y otras oscuras y crípticas.

Unas se parecen a la prosa de Quevedo y otras a la poesía de Góngora.

Actualmente vivimos el siglo de oro de la cocina española. Nunca se ha escrito tanto de cocina y sobre lo que comemos. Aquí, caramba, opina todo el mundo. Todos los periódicos que se respeten tienen suplementos gastronómicos. La televisión es un horror, una matraca constante de programas culinarios que capitanea el graciosillo Arguiñano. Tenemos cocina hasta en la sopa.

¿Se llevan bien las estrellas cocineriles o se odian por celos profesionales como los cuatro gigantes del Siglo de Oro, Cervantes, Lope de Vega, Quevedo y Góngora? Los cuatro tuvieron vidas agitadas y aventureras, vivieron a salto de mata, tres pisaron la cárcel y a los cuatro les gustaban el vino y las mujeres. Lope y Góngora eran, además, clérigos, aunque su acercamiento a la Iglesia tuvo mucho de refugio para asegurar el pan y algo de soterrada vocación que después, con los años, devino en misticismo. Quevedo era bajito, cojo y muy miope y se llevaba muy bien con Lope, que era brillante, apuesto, conquistador, aventurero y padre de 15 hijos. Imaginemos que Arzak y Ferran Adrià son Quevedo y Lope, van siempre de la mano, forman una pareja desigual; hay algo patético en ese matrimonio de conveniencia de cocinas tan dispares. Cervantes vivió una existencia desgraciada, fue acumulando desdichas, humillaciones y fracasos, coleccionando sinsabores para, de viejo y una vez asimiladas todas las desventuras, convertirlas en sabiduría que volcó en su obra magna, en el Quijote.¿Quién es el Cervantes de la cocina española? Todavía no ha aparecido; acaso sea un chef poco conocido que está elaborando su cocina a fuego lento; la que revolucionará la coquinaria universal. De los cuatro monstruos de la literatura que se dieron cita en un país de analfabetos, y que todavía no han sido superados, la figura, a mi juicio, más misteriosa es la de Góngora. Si la faz de Cervantes es todavía un misterio la de Góngora forma parte del arte universal en el retrato que realizó Velázquez. La pintura se data en 1622, cinco años antes de la muerte del vate. Vemos a un hombre abrigado por un hábito negro de rostro alargado y sereno; nariz aguileña, bigote caído, rostro rasurado y amplia frente. El poeta mira al pintor con seriedad y ceño fruncido. ¿Don Luis de Góngora carecía acaso de vanidad? Creemos que no, pero sus versos, como su vanidad, eran difíciles, retorcidos, para gentes selectas, para el lector cultivado. Al vulgo que le vayan dando, parece decirnos el poeta desde el más allá. ¿Por qué entonces no publicó en vida sus obras en prosa y en verso? Sus prosas se perdieron para siempre, pero sus versos fueron de mano en mano y en vida adquirió una fama inusitada en un país poco sensible a la rima; ahora, en los tiempos que vivimos, abundan los poetas aunque las tiradas de sus libros son ridículas, solo testimoniales y antaño, en el Siglo de Oro, los lectores potenciales sería tan escasos y las minorías tan minoritarias que asombra que fuesen degustados sus poemas, como asombra que algunos comensales puedan valorar, pagar y entender las creaciones de alguno de nuestros cocineros de la élite.

Los cuatro protagonistas terminaron malamente. Quevedo compró la casa donde vivía Góngora para poder echarlo y el vate misterioso murió poco después. El odio es un arma poderosa, más fuerte que la pluma y la espada.

FUENTE:

SOBREMESA. Revista española del Vino y la Gastronomia. 22.Octubre.2017

Autor: Josñé Manuel Vilabella.

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