La D.O. Rueda ha protagonizado en los últimos años un éxito comercial sin precedentes que ha producido algunas tensiones. Ahora toca detenerse y elegir el camino idóneo que lleve a consolidar lo conseguido.
El éxito comercial de los vinos de la D.O. Rueda en la última década merecerá sin duda ser estudiado en las escuelas de negocios. Ha sido un crecimiento fulgurante, que ha triplicado entre 2004 y 2014 tanto la producción de uvas blancas como las botellas vendidas. Y si nos remontamos una década más atrás, las cifras son aún más espectaculares, ya que en el periodo 1994-2004 las cifras de producción y ventas se cuadruplicaron.
Es una situación sin precedentes cercanos, aunque Rueda fuera una de las zonas vinícolas de España con más raigambre y la uva Verdejo gozara ya en la Edad Media de gran reconocimiento. Su esplendor se apagó en la primera década del pasado siglo XX, cuando la filoxera arrasó casi completamente los viñedos, que habían llegado a ocupar hasta 90.000 ha, siete veces más de lo que cubren en la actualidad.
A partir de aquel desastre la comarca resucitó lentamente y se dedicó primordialmente a la elaboración de vinos generosos al estilo de los finos y olorosos jerezanos, aquí llamados “pálidos” y “dorados” respectivamente, siendo unos vinos rurales, vendidos casi enteramente a granel o en damajuanas. Este nuevo enfoque trajo de la mano a la uva palomino, que llegó a compartir protagonismo con la histórica verdejo.
Los Rueda que hoy conocemos comienzan a gestarse a comienzos de la década de los 70, cuando se instala en la zona Marqués de Riscal, que había llegado hasta allí de la mano del gran enólogo bordelés Emile Peynaud, a quien habían encargado la localización de la zona más idónea para la instalación de una bodega dedicada exclusivamente a los vinos blancos. Peynaud se mostró encantado de las posibilidades que ofrecía la uva verdejo, por su personalidad y por la consistencia en boca que mostraba, recordándole a los blancos de Graves.
Despegue en blanco
A partir de ese momento comienza –con timidez al principio, pero con un impulso arrollador en los últimos 20 años–, la revolución que ha llevado a Rueda a ser la segunda D.O. de España por volumen de ventas (solamente superada por la inalcanzable Rioja) a pesar de que este país nunca ha mostrado excesivo cariño por los vinos blancos.
Pero como ocurre en todos los ámbitos de la vida, los estirones repentinos suelen producir desequilibrios en los cuerpos que los padecen –o que los disfrutan, según se mire– y en Rueda se está viviendo en los últimos años un enfrentamiento ideológico entre quienes están en Rueda porque pueden conseguir vinos dignos a unos precios increíblemente bajos –ya sean elaborados por ellos mismos o por encargo a un tercero– y quienes se mueven en otros niveles de calidad, que lógicamente aspiran a un reconocimiento público y a unos precios de venta en consonancia con esa calidad superior.
Esta tirantez latente estalló públicamente a raíz de la vendimia de 2013, la más abundante de la historia de la D.O. (con casi 100 millones de kilos de uvas), pero una de las más deficientes. Los enfrentamientos en el Comité de Calificación a raíz de la diferente exigencia de calidad por parte de unos y otros miembros, ha conducido a una situación tensa, a la espera de la ejecución efectiva de las sentencias judiciales en que terminaron los desencuentros.
No es objeto de este artículo entrar en quién tiene la razón judicial, sino apuntar –haciendo bueno el refrán de que no hay mal que por bien no venga– que ésta es tal vez una gran oportunidad para sacar de los cajones físicos y mentales proyectos e ideas que se han ido dejando de lado ante la presión acuciante del día a día.
Puede ser el momento oportuno de corregir algunos errores de bulto, como ha sido la desaparición de la antigua mención de calidad “Rueda Superior” en las etiquetas y contraetiquetas, sustituida en su día por “Rueda Verdejo” a demanda de quienes buscaban volumen y fácil reconocimiento, sin aportar al consumidor ninguna pista acerca del nivel cualitativo de los vinos.
Según el presidente en funciones –Pablo del Villar– sí que se están debatiendo éste y otros temas en el seno del Consejo, ante la sensación de que los vinos de Rueda están ganando adeptos por sus precios casi imbatibles, pero están perdiendo imagen de vinos de alta calidad. Para volver a una calificación cualitativa se necesitaría identificar los suelos con mayor calidad, fijar una edad mínima de las viñas y un límite de rendimientos. Esto es algo que parece que se puede conseguir sin gran dificultad, si tenemos en cuenta que la D.O. cuenta ya con un mapa de suelos actual realizado por expertos independientes de prestigio, que sería la parte más costosa del proceso.
Del Villar se muestra partidario de este proceso, sin embargo ve menos factible la adopción de otras menciones más precisas como las denominadas “vino de municipio” o “vino de finca o pago”.
En la actualidad, las viñas plantadas en vaso –las de mayor edad– son solamente 1.462 hectáreas y representan el 12 % del total. Mención aparte merecen las radicadas en la provincia de Segovia, ya que el 41 % de sus 363 ha son muy viejas, incluyen la mayor parte del centenar de hectáreas de viñas prefiloxéricas de entre 100 y 200 años de edad existentes en la D.O., fundamentales en el éxito de algunos de los grandes vinos de Rueda.
Procede repensar el reglamento de la D.O. sobre la base de la realidad de la existencia de vinos de Rueda de dos velocidades: unos, frescos, sencillos y asequibles, con una calidad mínima garantizada, y otros intensos, complejos y expresivos que se puedan codear sin complejos con cualquier vino blanco del mundo. Es evidente que una selección rigurosa en función de los suelos impediría acceder a la calificación “Superior” a una gran parte de los vinos, ya que la plantación de la mayor parte de los nuevos viñedos se ha realizado en terrenos terciarios, menos interesantes desde el punto de vista de la calidad y enfocados a obtener altos rendimientos.
Para confirmar estas sensaciones hemos recabado la opinión de un número significativo de prestigiosas bodegas acerca de si éste sería un momento oportuno de repensar el Reglamento de la D.O. y en todos los casos hemos percibido una actitud favorable a definir una explícita diferenciación de los distintos niveles de calidad exigibles a los vinos. Hemos hablado con Paco y Luis Hurtado de Amézaga, responsables de Marqués de Riscal, la bodega inventora de los Rueda actuales; con Marta Baquerizo, directora técnica de Belondrade; con Maria Victoriaí Pariente, propietaria y directora de José Pariente; y con Miguel Gil, de Gil Family Estates, un bodeguero universal llegado recientemente a Rueda. Pero también con Pedro Ruiz, director general del Grupo Carraovejas, en el que está integrada la bodega Ossian, que mantiene de momento sus vinos fuera de la D.O. y prefiere batallar con el exclusivo argumento de su calidad; y con Richard Sanz, de Menade, que ha sacado de la D.O. varios de sus vinos para poder hacerlos a su gusto, sin condicionamientos.
También hemos escuchado las reflexiones de Ismael Gozalo, un viñador de Nieva, uno de los principales propietarios de viñas prefiloxéricas y que elabora vinos fuera de la ortodoxia que no puede acoger a la D.O. Rueda por sus peculiaridades… y porque elabora menos de 30.000 kilos de uva al año. Una traba más para quienes apuestan por la singularidad.
Evidentemente no están todos los que son pero sí que son todos los que están. Y el sentimiento que transmiten es el de que ha llegado el momento de revisar el Reglamento de la D.O. y de destacar formalmente la calidad de los mejores vinos de Rueda, algo que al final irá en beneficio de todos. Será una tarea ardua porque el peso cuantitativo en las decisiones del Consejo de quienes ponen por delante la relación venta masiva –precio bajo– calidad suficiente es, obviamente, muy importante. Sería bueno que llegaran al convencimiento de que una imagen de alta calidad beneficia a todos los vinos de una D.O.
En todo caso no parece que nada de esto pueda concretarse de inmediato teniendo en cuenta los hechos acaecidos en el Consejo Regulador en los últimos tiempos, algo que sin duda obligará a posponer cualquier debate hasta las próximas elecciones.
Cuestión de menciones
Prevalece en Rueda la sensación de que fue un error poner el acento promocional en la variedad de uva en lugar de en la calidad. La proliferación de plantaciones de Verdejo en otras regiones de España conducirá probablemente a asignar la mención Rueda como garantía de origen a los vinos estándar y Rueda Superior –u otra similar– a los de alta calidad.
En pie franco
Las cepas plantadas en pie franco son un gran tesoro vitícola de Rueda. Aunque las cepas sobrevivientes –con edades entre 100 y 200 años– son muy escasas y representan solo el 0,85% del viñedo actual, sus cualidades excepcionales hacen que las mejores bodegas se disputen sus uvas para redondear y dar un toque final a sus grandes vinos.
FUENTE: SOBREMESA, Revisra de Vinos y Gastronomía.
Autor: Juan Manuel Ibáñez. Lunes, 7 de marzo de 2016
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