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Archive for the ‘Arqueología del Vino’ Category

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Diferencias. La capacidad de envejecer y mejorar con el tiempo es lo que diferencia un vino excelente de un gran vino. No hay vinos eternos, pero casi. La materia prima tiene que ser especial.

«Como el vino, mejora con el tiempo». ¿Quién no ha dicho u oído esta frase? Pues siento decirles que es falsa: no todos los vinos mejoran con el tiempo, solo lo hacen los vinos elaborados para durar, para ser longevos. Y para ello, se necesita una materia prima que cumpla unos ciertos parámetros de calidad que no se dan en todas las zonas de producción del mundo y en las que sí, ni siquiera todos los años. Se necesita una uva, sobre todo, con un PH bajo, es decir, con alta acidez, ya que cuando la acidez se pierde, el vino muere. Por ello, el clima de la zona de producción es esencial: nunca tendremos en España, por ejemplo, la acidez de las uvas francesas, sometidas a un clima más frío y más lluvioso. Por ello, la mayoría de los grandes vinos del mundo son franceses: cuestión de clima y, por supuesto, de savoir-faire celosamente transmitido de generación en generación de vitivinicultores.

Sin duda, beber un vino antiguo es una de las experiencias más emocionantes que un enófilo puede vivir. El más antiguo que yo he probado fue un tinto de Marqués de Riscal del año 1882 que se abrió en el I Simposium del Tempranillo celebrado en La Rioja en el año 1999. Un vino de 107 años… Todos los que participaron en su elaboración criando malvas y ¡yo me bebía el fruto de su trabajo más de un siglo después! Y lo más sorprendente: ese vino estaba vivo. Aromas dominantes de cerezas en licor en nariz, junto a ricos especiados y recuerdos de barniz y de cera de abeja. Un vino que nunca olvidaré.

0001920778_230x230_jpg000En mis años en la profesión he tenido oportunidad de beber grandes vinos pero los que más recuerdo son aquellos en los que se produce el milagro de la cuasi-eternidad. Y de eso les hablo hoy. Si mi idea de los vinos más antiguos del mundo era la de botellas recuperadas de un buque de guerra británico hundido en el siglo XVII o XVIII, un tonel conservado desde hace más de 540 años en una bodega alsaciana… Leo la noticia de la agencia France Press (AFP) y me rompe todos los esquemas. Sí que parece que éste es el vino más antiguo. Y ha salido a la luz con motivo del cambio de recipiente del susodicho vino, un blanco seco de la cosecha de 1472 en Alsacia, que ha pasado a un nuevo tonel el 21 de enero pasado en Estrasburgo: es tan sólo su tercer trasvase desde su elaboración. El vino ha sido conservado en las históricas bodegas del Hospicio de Estrasburgo y su trasvase a un tonel hecho a medida ha sido una operación delicada de media hora de duración. Para ello se instaló una bomba entre los dos toneles para evitar que el vino entrara en contacto directo con el aire y que una oxigenación tan violenta lo pudiera alterar. Para Pelagie Hertzog, enólogo del Hospicio de Estrasburgo, «es un misterio enológico. El vino posee una gran estructura y es aún muy ácido a pesar de los siglos transcurridos. Debía serlo ya en su origen, lo que seguramente provocó que sus elaboradores lo guardaran para aplacar esa acidez con el tiempo ».

El primer tonel duró hasta 1718, cuando se trasvasó a uno nuevo. Al cabo de tres siglos, éste «estaba en el final de su vida, con grietas y escapes», según explica el responsable de la bodega, Thibaut Baldinger. Últimamente el tonel perdía tres litros anuales, así que se pasó el vino a un depósito de acero inoxidable en abril del año pasado, a la espera de la fabricación de un nuevo tonel de roble, de 450 litros, que han llevado a cabo dos maestros toneleros de Burdeos.

Desde 1395, año de su fundación, las Bodegas Históricas del Hospicio de Estrasburgo participan en la autosuficiencia alimentaria de esta institución caritativa. En esa época los religiosos ofrecían más albergue y comida a los peregrinos que cuidados sanitarios. El Hospicio aumentaba su patrimonio de bienes raíces gracias a donativos y legados de personas preocupadas por asegurarse un lugar en el Cielo. Los gastos del hospital se pagaban en especies, con una parte de la cosecha o por la cesión de propiedad de tierras de labor. Así, al final de la Edad Media, el Hospicio tenía intereses de diversa índole en varios municipios conocidos por su actividad vitícola. Las Bodegas del Hospicio servían para almacenar vinos, grano y otros alimentos perecederos. A pesar de la Revolución Francesa que, en 1789, trae la dispersión de los bienes de la Iglesia, el Hospicio Universitario de Estrasburgo continúa siendo hoy en día el mayor propietario de bienes raíces de Alsacia, incluso cuando actualmente la viña constituye una ínfima parte de sus propiedades. Tanto es así que el Hospicio no tiene ninguno de sus viñedos en explotación.

Según AFP, que no cita sus fuentes, este vino, «de 543 años, conserva todo su sabor, con un grado alcohólico de 9,4%». Y el caso es que a lo largo de su vida solamente ha sido catado tres veces. La última, hace más de 70 años: se ofreció una copa al general Leclerc, que acababa de liberar Estrasburgo de la ocupación alemana.

Pero, aunque debe ser un gran privilegio probarlo, no es un vino hecho para ser bebido después de tantos siglos: es un auténtico monumento vinícola .

FUENTE: GRANADA.HOY. 20.9.2015.

http://www.granadahoy.com/article/granada/2114776/default.html

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Arqueólogos en la extracción de un ánfora. | Museu Son Fornés

Arqueólogos en la extracción de un ánfora. | Museu Son Fornés

 

Muchos siglos antes de que Binissalem tuviera denominación de origen, Son Fornés ya presumía de bodega. Lejos de un merlot, el que degustaban los honderos del poblado era un vino ibicenco malo y casi avinagrado que llegaba como pago a su participación en las guerras púnicas. No bebían mucho, apenas una lata de Coca-Cola al año. Hasta que la romanización entró por las puertas de la Isla. La arqueóloga Lara Gelabert repasa ahora la evolución del asentamiento a través de sus caldos y otros productos.

La abundancia de ánforas en la zona era, sino sospechosa, un indicio. Además de las de grano y aceite, había otras más estilizadas. «Las ánforas son un indicador fundamental como continente y contenido. A partir de su forma se puede sabe no sólo qué contenían sino, también, de dónde venían», subraya la arqueóloga Lara Gelabert. Fue en ellas, entre sus cuellos alargados y sus asas, donde encontró el vino. Un producto que parecía haber sido clave para la historia de Son Fornés y que constituye el germen de su tesis doctoral: Circulación y consumo de las mercaderías en la Prehistoria balear a partir de la materialidad anfórica. El caso de Son Fornés dentro del Mediterráneo.

La historia del vino en el poblado de Montuïri comenzó en el siglo III a.C., cuando el asentamiento tenía ya siete centurias de vida. No fueron pioneros en descubrirlo, pero sí los más sumilleres. «El yacimiento del Puig de la Morisca en Calvià conserva los primeros restos, pero Son Fornés fue uno de los lugares más antiguos en los que se encontró y donde su presencia fue más significativa. En Mallorca no había producción y cuando llegó, no sabían ni qué era», subraya Gelabert.

Sus primeros catadores fueron, al parecer, los honderos. «La hipótesis es que les pagaba con vino cuando les reclutaban para que lucharan con los púnicos. No se entendían, y tenían que poner un incentivo para que fueran a combatir», explica la arqueóloga. En aquel momento –en plena época postalayótica– el poblado de Montuïri funcionaba como una democracia militar en la que los soldados de su ejército, que se formaban desde niños, tenían un mayor nivel social y poder adquisitivo. Mientras las guerras púnicas provocaban una crisis generalizada, Son Fornés se enriquecía.

Según los estudios de Lara Gelabert –que presentará el próximo 2 de mayo en una conferencia en la sede de ARCA–, un ánfora de vino de 25 litros equivalía a cinco meses de trabajo. «Era un producto muy caro y se consumía sólo en fiestas y ocasiones especiales. Algo así como una lata de Coca-Cola al año», apunta. ¿Mejoraba aquel caldo con el paso del tiempo? Seguramente no porque ya era, al parecer, malo en su origen.

Llegaba de Ibiza, que entonces era una gran productora vitivinícola. Un vino «malo y barato» que fermentaban en cerámica por lo que si no calculaban bien, acababa rápidamente convertido en vinagre. A veces más claro y otras, más oscuro. «Para conseguir el aroma metían dentro miel o piñones directamente. Y para transportarlo, le añadían agua de sal para evitar que fermentara. Como si fuera salazón», relata.

La suma de todas las ánforas de vino encontradas en Son Fornés habla de la circulación de unos 600 litros de vino en el poblado. Una cantidad insignificante al lado de los 100 litros por persona que llegaron a consumirse, después, en Roma. «Siempre rebajado porque si no, se les consideraba bárbaros. Tampoco estaba bien visto que las mujeres bebieran», explica.

Las cosas cambiaron con la romanización. Aquel poblado ganadero se pasó al cereal y a la agricultura. Cambiaron los gustos gastronómicos. Llegó el garum –hecho de vísceras de pescado–, el aceite de oliva acabó por sustituir al de lentisco y el vino se convirtió en un elemento fundamental en la mesa. Son Fornés alcanzó los 6.000 litros.

Claro, casi dorado

«La forma y la pasta de las ánforas nos dan el 90% de la información. En época romana se sellaban con el nombre del productor o del transportista, e incluso con el tipo de producto», asegura Gelabert. También su color, «muy claro, casi dorado», las diferenciaba de las que habían llegado siglos antes de Ibiza.

Hacía tiempo que los romanos habían descubierto su rioja, pero ése nunca pisó Mallorca. El falerno se convirtió, incluso, en un vino de culto.«Se producía con mano de obra esclava, y lugares como Nápoles destacaron por la calidad de sus caldos. Aquí ni lo olieron», añade.

Mientras degustaban –si es que podía degustarse– el vino itálico llegado de provincias, Son Fornés se consumía como el último poblado en caer. Quizá la embriaguez les sirvió para despistar el apocalipsis. «Fue uno de los asentamientos autóctonos que más duró. Permaneció hasta el siglo I d.C. Pero la aparición de nuevas ciudades como Palma y Pollentia hizo que la gente se concentrara alrededor», relata Gelabert. La resaca les pilló ya en mitad del páramo.

Fuente:
Laura Jurado | Montuïri  13/04/2013
http://www.elmundo.es/elmundo/2013/04/13/baleares/1365843522.html

 

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De singular noticia se puede catalogar para quienes consideramos al vino y «su mundo», el inicio de las gestiones encaminadas a declarar la Cultura del Vino (con mayúsculas) en Patrimonio de la Humanidad, muy en particular para los habitantes de la vieja Europa, especialmente en la cuenca del mar Mediterráneo, en cuyas orillas comenzó su cultivo hace no menos de siete mil años, y aunque los pueblos islamistas que habitan en esta cuenca abandonaran el consumo de las bebidas con contenido alcohólico, no es óbice para que quienes disfrutamos del vino nos alegremos de tan preclaro reconocimiento.

La Asociación para el Desarrollo del Turismo y la Cultura (ACTE), reunida en el Museo del Vino Dinastía Vivanco de Briones (La Rioja), ha iniciado los primeros pasos ante la Unesco para que la cultura del vino sea declarada patrimonio cultural inmaterial .
Así lo ha explicado hoy el presidente de la ACTE, Santiago Vivanco, al inicio de las Jornadas Europeas de Patrimonio, que ha inaugurado el jefe del Gobierno de La Rioja, Pedro Sanz, y a las que también ha asistido el subsecretario de Educación, Cultura y Deporte, Fernando Benzo, entre otras autoridades.
En esta reunión de la ACTE se ha acordado crear un mapa de museos y rutas del vino, que se plasmarán en una nueva página web, que se prevé que pueda estar operativa el próximo año, ha informado Vivanco.
La ACTE también ha avanzado los trabajos de coordinación entre todos los países que tienen vínculos con la cultura del vino para elaborar la documentación que, en un futuro, permita presentar un proyecto de la candidatura de la Cultura del Vino a patrimonio inmaterial de la humanidad ante la Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura (Unesco).
Esta asociación se creó hace tres años al amparo de la Comisión Europea, que desarrolla la cultura del vino como un elemento generador de riqueza y turismo para las regiones.
El presidente de La Rioja ha expresado «todo el apoyo» de su Gobierno a la iniciativa de la ACTE de promover ante la Unesco esta candidatura y ha confiado en que «se pueda llevar a buen término».
Sanz ha destacado que «el vino es algo más que una bebida y forma parte de manera intrínseca de la cultura europea, de su fisonomía y de su idiosincrasia» y ha indicado que «es de justicia decir que tiene una importancia capital para la herencia común de la humanidad».
Benzo también ha resaltado el apoyo del Ministerio a la ACTE y al Gobierno de La Rioja en todos los trámites precisos para que lograr la aprobación de esta declaración.
Ha incidido en el apoyo del Gobierno de España a la cultura del vino y ha indicado que, aunque a veces la cultura se identifica con conceptos más tangibles, también hay un concepto de cultura intangible, que identifica a los pueblos, su historia y tradición y que, en el caso de España, es la cultura del vino.
La secretaria general de la Unesco para España, Consuelo Vázquez. ha indicado a EFE que el patrimonio de la cultura del vino está «muy bien conservado y restaurado» y, en su opinión, «necesitamos que pertenezca a las generaciones posteriores».
Ha afirmado que el vino es «un valor», que en España se conoce «mucho de su cultura», por lo que ha considerado importante que las entidades y administraciones locales, regionales e internacionales desarrollen todos los tramites para conseguir esta declaración, que se completarán con la base científica que requiere la documentación.

FUENTE: larioja.com. Noticias EFE. 15.09.2012

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