Hace unos días se celebraron en Mendibile Jauregia dos catas de cóckteles de kalimotxo, más reducida la primera de ellas, y con más audiencia la segunda, que es a la que asistí.
Se trataba de combinar la imprescindible coca-cola normal (parece que se han de desestimar las ligth y cuantas se apartan del modelo clásico de toda la vida, o sea, la de sabor a jarabillo, efervescencia, dulzor… y en botella de vidrio). Y disculpen que sea tan peciso, pero es que para los «conversos» en esta bebida, todas estas cosas son muy nuevas y hay que hilar fino.
Confieso que a pesar de residir desde hace más de cuarenta años en Algorta, en cuyas Fiestas del Puerto nació esta bebida, apenas he tomado dos o tres vasos de ella, sin que en ninguna ocasión haya tomado la iniciativa de hacer ni un solo kalimotxo. Por tal motivo, y avalado por tan escaso bagaje de conocimiento kalimotxero acudí a la cata expectante y dispuesto a aprender cuanto allá se dijera e hiciera.
Me divertí degustando las combinaciones, como sucedió a los demás asistentes, en términos generales. Siendo un público formado por hombres y mujeres de diferentes edades y gustos, no hubo muchas coincidencias en las apreciaciones, pero a todos gustó la experiencia y al finalizar el acto los criterios iniciales habían mejorado en la apreciación general del kalimotxo.
Los vinos de la cata, prescindiendo de sus marcas, fueron los siguientes:
VINOS JOVENES. Monovarietales. Cosecha 2010: Tempranillo. Maceración Carbónica. D.O.C. Rioja – Mencía. D.O. Bierzo – Monastrell. D.O. Utiel-Requena – Cabernet Savignon. D.O. Mancha.
VINOS CRIADOS EN MADERA. Plurivarietales. Cosechas 2007/08/09: Crianza. D.O.C. Rioja – Roble. D.O. Ribera del Duero – Crianza. D.O. Ribera del Duero – Madera. D.O. Jumilla – Madera. D.O. Bierzo – Madera. D.O. Mancha. Madera. D.O. Méntrida.
VINOS CRIADOS EN MADERA. Plurivarietales. Cosechas 2006 y anteriores: Reserva. D.O.C. Rioja – Reserva. D.O. Ribera del Duero.
La cata se realizó en el orden señalado, es decir de Jóvenes a Reservas, y las jarras se dispusieron con un tercio de botella de vino (unos 250 cl.), trozos secos y compactos de hielo (importante) hasta llenar la jarra, y finalmente una botella de 500 cl. de Coca-Cola recién abierta (para evitar la pérdica de carbónico). Remover muy ligeramente con cucharilla de cócktel, y a servir. Es decir nada que ver con la leyenda urbana de que «mitad y mitad», y que el «vino cuanto peor, mejor».
CATA. Doy mis sensaciones personales, pues a pesar de ser la cata comentada, no se trataba de «consensuar» las impresiones, sino de exponer cada uno sus criterios y lo que percibía en la cata. Los vinos jóvenes me pasaron imperceptibles, pues el refresco anulaba el carácter organoléptico de cada uno de ellos en el color (lógico), y en los aromas y los sabores.
De la siguiente serie destacaron el Monastrel de Jumilla, añada del 2009, y el Plurivarietal: Syrah, Merlot, Cabernet Sauvignon y Petit Verdot, de la D.O. Méntrida. Y con ellos el Tinto Fino «Roble» 2008, de Ribera del Duero. Precisamente el primero fue el vino destacado elegido por la mesa «profesional» del día anterior. Celebro la coincidencia, pues comencé la cata sin referencias de la víspera. Estos vinos, contrariamente a los anteriores y a los posteriores, «sobresalían» del refresco, por la estancia en madera, notable en ellos y por las propias variedades: vinos tánicos, con tonos acusados de frutas en compota (con mucha fruta, como le gustan a Parker), con el punto suficiente de madera para detectar la vainilla y los tonos de pastelería. En definitiva vinos con cuerpo y estructura para distinguirse de la coca-cola y del hielo, que también lucha contra el vino. Y es que los vinos de Monastrell hace tiempo que dejaron de ser aquellos vinos peleones, alcoholizados, duros de beber por su amarga tanacidad.
Los reservas los pasé sin pena ni gloria: Son vinos delicados, con varios años en la botella desde su elaboración, que necesitan oxigenación y que si se echan sobre la coca-cola, con frío (no lo olvidemos), los vinos se degradan de inmediato y no muestran su carácter de larga crianza, primero en barricas de madera y después en la botella.
Mi impresión general: Prescindiendo del nombre que le queramos dar, kalimotxo, cocktel, rioja-libre, etc., la combinación de vino y coca cola no aporta resultados positivos que mejoren a las dos bebidas separadas: el refresco para la «chispa de la vida», y el vino para gustar de una bebida que necesita tiempo para hacerse, y cuanto mejor es, más tiempo necesita. El vino requiere reposo, buena compañía, disfrutar con él de los alimentos, y es un elemento primordial de nuestra cultura, pues su conocimiento se remonta a milenios.
La coca cola le produce una especie de «aturdimiento» al vino: le transmite aromas artificiales que recuerdan los medicamentos, la zarzaparrilla, los sabores sintéticos de las «chupitangas» de los niños: fresa, plátano, manzana, etc., todo ello en un medio acuoso, dulce, frío y carbónico. La adición de hielo perjudica al vino tinto: solo los vinos jóvenes se pueden tomar a 13 o 14 ºC, y los crianzas, reservas, y grandes y viejos vinos, entre 17 y 18 ºC. O sea que el hielo ¿para qué? Mejor lo hacemos previamente y enfriamos la botella en cubitera, pero, otra vez ¿para qué?
Sigue sin gustarme el kalimotxo. Prefiero otras bebidas. Pero no dejo de reconocer que a mucha gente le gusta y sin duda disfrutan con él. Gracias a Mendibile Ardo Akemiak por la oportunidad de experimentar estas cosas, y espero que el curso próximo sea pródigo en estas y otras reuniones en torno al vino.
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